Explorando en el abismo

Una exploración de mi mente en una noche de insomnio

3/1/20252 min read

Más de una vez, mientras navego los rincones escondidos de mi mente, me he deslizado en la piel del enemigo; aquel al que tememos y repudiamos sin comprender. Y al hacerlo, encuentro una empatía inquietante. Un vínculo que me es imposible negar.

Hay algo en la esencia del abismo que me atrae. Una fascinación oscura por los demonios que emergen de los rincones más profundos de mi mente. No me asustan. Se lanzan ante mí, rodeándome con su presencia grotesca, desgarrando la realidad, penetrando más allá de carne y hueso. Buscan perturbarme. Lo sé. Me acechan.

Garras que se extienden en espasmos antinaturales. Dientes que se abren en sonrisas desquiciadas, derramando algo más que sangre y saliva, algo que parece consumir la misma luz a su alrededor. Ojos amarillos que son pozos infinitos de maldad. Pero aun así... no me asustan. No del modo en que deberían. Hay algo en su horror que me atrae, que me obliga a mirar más allá, a adentrarme en lo que no debería ser visto.

Porque más allá de lo reconocible, habitan formas que mi mente no puede asimilar. Cosas que no deberían existir. Entidades sin sentido, monstruos que desafían la lógica, cuerpos que se retuercen en geometrías imposibles. Ángulos que no deberían ser vistos. No son meros seres de pesadillas. No son simples demonios. Son fragmentos de algo más. Algo más antiguo, más vasto, más cruel que cualquier concepto que pueda atraparse con palabras.

Algo indescriptible.

Reconozco su propósito: infundir terror. Cada vez que regresan, lo hacen con un horror más profundo. Más letal. Su existencia es una herida en la realidad. Pero al despertar… mi mente se niega a recordarlos, borrando las imágenes como si querer revivirlas me lastimaran.

Solo me queda la sensación de que he visto algo que no debía ver.

Pero sé que hay algo que nunca he visto. Un rostro.

El rostro del más malvado.

Siempre, justo cuando está a punto de revelarse, algo se interpone. Un ruido. Un parpadeo. Una distracción absurda. ¿Es mi mente protegiéndome? ¿O es que simplemente no puedo procesar aquello que se esconde tras ese umbral? Algo que no pertenece a este mundo, algo demasiado inhumano para ser concebido.

¿Qué puede haber más allá de lo indescriptible?

Al principio no quería saberlo, pero la curiosidad se convirtió en desafío. Me repetí el mantra—nada puede lastimarme—y decidí aceptar la invitación, adentrarme a la oscuridad y enfrentarme a lo que me esperaba.

Pero cuando el momento llegó… en el instante final… algo sucedió.

Mi mente me traicionó.

Me arrebató la visión. Me cerró la puerta. Me sacó de ahí.

Tal vez fue lo mejor. Tal vez sabía que no estaba preparado para lo que estaba a punto de ver.

Pero una cosa es cierta: el abismo me llama. Y cada vez que me acerco algo en mí se desliza un poco más hacia el borde. Y no sé si podré detenerme antes de caer.